lunes, 27 de noviembre de 2006

Regreso al Pasado


Si no has visto esta película, deberías verla sin perder ni un segundo, pero mientras tanto te aconsejo no leer más que los dos primeros párrafos de este post. Hablando el otro día con un colega de Cádiz (¡qué grande eres Pisha!) llegué a una muy egocéntrica conclusión: mi generación, los nacidos desde finales de los 70 hasta casi finales de los 80, vivimos en un paraíso para ser niños. Recuerdo haber tenido todos los disfrutes dignos de una sociedad tecnológica (televisión con series infantiles a diario, un vídeo y películas que me hacían alucinar, videoconsola Super Nintendo con la que jugábamos mi hermana, mis primos, mis vecinos y todo aquel dispuesto a echar una partida) así como de haber disfrutado de todos placeres terrenales que estaban al alcance de mi mano (las canicas, el trompo, jugar en la calle, cazar hormigas y montar combates, partidos de fútbol en placitas de barrio, libros que me hacían soñar y no querer despertar, etc.). Tras esta introducción a mi niñez, y sin ánimo de caer en el manido tópico de que la infancia era la felicidad, la conclusión a la que llegué fue que habíamos nacido en la época perfecta para ser niños. Conforme fuimos creciendo parece que la televisión y la sociedad fue creciendo un poco. Las series infantiles fueron desapareciendo, los contenidos no aptos para menores se fueron haciendo poco a poco con las franjas de tarde (recuerdo merendar viendo telecinco, a los Caballeros del Zodíaco), los niños/adolescentes cada vez salen antes por la noche y se emborrachan y fuman porros y tienen más prisa por dejar de ser niños.

El motivo de toda esta verborrea (la cual puede que sólo tenga sentido
para mi amigo gaditano y para mí) es que cada día me doy más cuenta de que nunca he salido de ese paraíso. Sigo pidiendo batidos de chocolate en lugar de café (demasiado amargo), viendo dibujitos animados antes de acostarme... y durante el día a cualquier hora (algunos incluso son los mismos recuperados gracias al Emule), sigo comiendo chucherías a diario (ahora más incluso, 1 euro no es tanto como cuando tienes 12 años), colecciono más cosas incluso que de crío (deseando estoy que mi prima pequeña me sirva de excusa para coleccionar estampitas de fútbol con ella), los peluches y muñequitos me siguen rodeando y la mayoría de las noches de verano las paso en parquecitos elegidos por sus columpios para hacer un rato el mono. En resumen, como mucha gente que conozco de mi edad o similar, vivo en una suerte de País de Nuncajamás imaginario y colectivo.

Normalmente no escribo tanto en el blog sobre mi vida personal, pero sólo comprendiendo esto se puede entender el efecto que produjo en mí el re-visionado de Regreso al Futuro. Hacía años que no la veía, al menos 6 o 7, creía que no la recordaba y a cada escena me iba anticipando mentalmente y sin darme cuenta a lo que sucedía en la pantalla. Lo más impactante es que la película es tan buena que sigue funcionando. Sigo identificándome con Marty McFly, sigo emocionándome hasta casi saltar de mi asiento cuando lo veo montando en aquel monopatín de madera perseguido por Biff Tannen (¿quién no ha tenido un Biff Tannen en su vida al que querría incrustar en un camión de estiércol?), sigo disfrutando al verlo tocar Johnny B. Goode delante del primo de Chuck Berry antes de que Chuck la compusiera ese mismo año (1955), sigo divirtiéndome al ver a Marty McFly relacionándose con su madre a los 17 años y alucinando sin comprender que esa adolescente alocada sea la misma que vive en su casa. La película me sigue transportando a una montaña rusa de la que me doy cuenta que nunca me he bajado y nunca querré bajarme. Al igual que películas (de las que hablaré algún día) como la saga de Indiana Jones, Willow, La Princesa Prometida, Los Goonies, Los Cazafantasmas; Regreso al Futuro me emociona a los 21 años como me emocionó la primera vez que la vi, me hace soñar con mi propio Delorean con su condensador de fluzo incorporado, con viajes en el tiempo a lugares remotos y con Michael J. Fox, sí, yo he soñado con ser Michael J. Fox en esta película (y en alguna más en realidad, otro día hablaré de ellas...).

Vaya, he intentado hablar de la película y he acabado hablando más de mí que de ella, supongo que es lo que ocurre cuando una cinta va tan ligada a tu vida como ésta, estrenada incluso el mismo año de mi nacimiento.

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