lunes, 27 de noviembre de 2006

El Show de Truman


Una de las películas más cargadas de sentidos que jamás he visto. Injustamente infravalorada por un sector del público (el odio irracional a Jim Carrey no puede ser un motivo para perderse películas como Olvidate de mí), nos narra la historia de Truman (Jim Carrey), protagonista involuntario de un programa de televisión desde que nació. Su vida entera es una ficción construida alrededor de su persona, incluso su ciudad es un gran escenario en el que todo es mentira. Todo ello está organizado por un solo hombre: Christof (Ed Harris), el creador del programa, cuyo estudio de control está situado en el cielo del gran escenario, en la Luna concretamente.

A partir de ahora, si no has visto la película, te aconsejo no leer más, merece la pena de verdad verla. La película se centra en los sucesos que hacen que Truman se replantee su vida, se pregunte si lo que vive es real. Mediante este desarrollo argumental, observamos un verdadero duelo entre el hombre y el dios. Todo está cargado de simbolismo, Truman vive en una ciudad cargada de fronteras, naturales (una isla rodeada de agua) o ficticias. El dios (juego de palabras con el nombre del creador del programa, Christof), desea mantener a Truman (fonéticamente "hombre verdadero" en inglés, el hombre real en un mundo falso) atrapado en un mundo reducido, controlado y observado desde el cielo. Truman desafía al dios, decide finalmente marcharse de su ciudad en un minúsculo barco, atravesando un mar que se vuelve tormentoso por la ira del dios desafiado. El tópico del hombre en una pequeña balsa en medio de la tempestad para representar la vida se finaliza con un soberbio juego visual. Truman choca con el barco tras la tormenta con el cielo, con el final del plató, del mundo que ha sido puesto ante sus ojos como el único mundo existente. Llega a una puerta y justo entonces oye la voz de su creador: Christof le habla para pedirle que se quede, le ofrece seguir siendo el centro del mundo que él ha creado a su alrededor. Truman se debate entre atravesar la puerta (sólo vemos oscuridad tras ella) o quedarse en el iluminado pero falso mundo que Christof le ofrece. Obviamente se decide por buscar la verdad, atraviesa la puerta y lo perdemos de vista en la oscuridad.

Especial dedicación de este post a Elena Barroso, profesora de Literatura de la Universidad de Sevilla, que me hizo ver esta película con otros ojos.

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